La luna en el cielo
como un caramelo,
para abrirte la boca
y colarme en tu cuerpo
con besos de quehacer
que sabrán a ti ya feble
mientras arañas, gimes,
gritas y muerdes
sin recordar ya la luna;
quemando la noche
que ni alcanza ni dura
suficiente para nosotros
que solo queremos descansar,
pero el amanecer de nuestros cuerpos
no nos deja sino consumirnos,
y ser estrellas de calor sudor y sueños.
Sueños,
que al ser soñados tan poco,
la noche en que son
la pasan despiertos.
Aveces un instante se cuela en cada segundo de toda una vida.