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29 sept 2013

El poema que no necesita título.

Huidizo si se le nombra, 
receloso si se le busca, 
una vez toma las riendas 
ni se esconde 
ni tiene vergüenza, 
aún teniéndola nosotros.

Nos escondemos de él entre los arbustos
o bajo las alas como los cisnes 
temiendo expresarlo 
cuando encierra más que escapa, 
cuando acude sólo sin permiso, 
sin demora ni aviso 
y nos oprime el corazón.

Qué bello el solpor. 
Aquel donde las penas no se ahogan en un vaso 
y los labios no conocen más alcohol, 
sólo un cuerpo posado en mi regazo. 
Aunque no conozca su nombre.

El nombre que nunca importó, nunca.
No como tus labios y tu cuerpo
que no importaban antes,
no como los miedos y vergüenzas
que no importan ahora,
no como este sentir 
que es lo único que importa desde que se tiene;
tan sinónimo de ser feliz como se siente...


Con la colaboración de Cristina Ansede